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Nuestros zampones

Celia

Celia

Mi amor por la cocina nace mucho antes que yo. Nace con mis abuelas. Mi abuela Chon tenía un cariño especial no solo por la cocina, sino también por los ingredientes. Su casa nunca tenía suficientes chorizos en la despensa ni suficientes anchoas en la nevera ni, desde luego, suficientes latas a los pies de los armarios de cocina. Mi abuela hacía LAS MEJORES PATATAS FRITAS DEL MUNDO, las albóndigas más grandes que jamás veré (aunque en mi casa aún no se haya cerrado la disputa de si estaban mejor con su salsa de tomate o su salsa verde) y el cocido más completo que exista.

Mi otra abuela, La Abuela Aba como decíamos, era la reina de los postres. Preparaba bandejas y bandejas de torrijas, de buñuelos, de roscones o de cualquier otro dulce de temporada que tocara. Tomaba sus medidas en un envase de yogurt y fermentaba sus masas pegadas al radiador. Preparaba la más exquisita tarta de chocolate. Mis abuelas no solo me enseñaron el amor por la cocina. Me enseñaron a compartirla y a transmitir con ella. Por ellas y por mi madre, que supo hacer perdurar esa pasión por el buen comer, acabé, de manera un poco arbitraria, apuntándome a estudiar una FP de cocina. Allí conocí a Alex y en él he encontrado alguien con quien compartir esa gran pasión. 

Ese es y será siempre, el verdadero poder de la comida. Esa capacidad de transportarte a lugares, a personas, a recuerdos, que jamás pensaste que volverías a ver o que llegarías a conocer o que persistirían aún mucho después de haberse marchado. Por eso me enamoré de la cocina.

Alex y Celia
Alex

Alex

Yo realmente no sé cómo acabé haciendo cocina porque era el típico niño que sólo comía  pasta, carne, patatas, huevo y arroz. Eso sí, el arroz podía venir acompañado de cualquier otro alimento (lentejas, pescado, potaje...). ¡Un buen truco para comer más variado!

Todos los lunes íbamos a casa de la "Yaya Tina" a comer paella, que todavía hacía en olla de barro (ella la hacía y el Ca, que era mi abuelo, le daba el punto) o sus famosos muslitos rellenos con LAS MEJORES PATATAS FRITAS DEL MUNDO. Luego estaba mi padre que ERA el mejor tortillero de patatas, tal como figuraba en los premios ganados en el pueblo. Y digo era porque hoy día, y ahora que no me escucha, le he ganado sobradamente el título... 

Celia & Alex

Por otro lado estaba la "Yaya Madita", que era quien se encargaba de cuidarnos y alimentarnos cuando mis padres se iban de viaje. De ella aprendió mi madre, que hacía unas patatas con bacalao o con costillas exquisitas, aunque yo entonces era un ignorante de la vida y no sabía apreciarlas como se merecían. Eso sí, si me preguntan por mi plato favorito de todos... No hay duda: "Los filetes de la Nines". Inigualables, majestuosos, extraordinarios... 

​​​Estudié una FP superior de cocina y allí empecé a apreciar lo bonito que es transmitir sensaciones a otra persona a través de la comida. La satisfacción que supone cocinar algo y conseguir que el cliente se relama los labios y disfrute de la preparación. En ese curso conocí a Celia, mi Celi. Con ella comparto esas sensaciones, ya sea cocinando entre los dos con nuestra musiquilla puesta y debatiendo sobre cómo elaborar cada plato o yendo a comer a algún nuevo local. Cerrar los ojos y desbloquear nuevos sabores... y ¡disfrutar en cada bocado!

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